Publicado en Lecturas filosóficas

La hoguera de los inocentes, por Eugenio Fuentes

«La historia de la humanidad es una sucesión de ordalías. Como una cereza arrastra a otra cereza, así una ordalía arrastra a otra, en una lista interminable de condenados de antemano -sin un juicio- por sus creencias, por su sexo o por no haber nacido en el lado idóneo de la frontera, y obligados por tanto a demostrar su inocencia».

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Fue en una de las entradas de Espido Freire en instagram que conocí la existencia de este libro escrito por Eugenio Fuentes.

Un ensayo, bastante completo, sobre «linchamientos, cazas de brujas y ordalías» como señala el propio subtítulo de la obra, en el que el autor va repasando página a página todos los prejuicios que la humanidad ha ido alcanzando en su caminar hasta hoy.

Prejuicios morales, culturales, antropológicos… prejuicios que habitan entre y en nosotros y que convierten a vecinos y convivientes en potenciales enemigos independientemente de quiénes sean, pues la marca es la marca: ser judío, ser negro, ser mujer, ser extranjero, ser religioso (de una religión «no verdadera»),… simplemente ser otro que no está dentro de lo «normal» o de lo que se espera que sea lo normal.

Dividida en 12 capítulos que rastrean las diferentes formas de prejuicios humanos en documentos históricos, filosóficos y literarios, la obra te deja con ganas de más, ya que te das cuenta de que 322 páginas no son suficientes para este rastreo, aunque hay que agradecer al autor que la bibliografía registrada para poder seguir leyendo sobre el tema y para entender todas las referencias es enorme y muy interesante: Foucault, Kafka, Agamben, Arendt, Beauvoir, Delibes, Faulkner, Hellman, Kierkegaard, Christie, Lee, Michelet, Voltaire, Wollstonecraft, Valcárcel… entre otros muchos autores.

El autor no contento con exponer el inmenso registro que hace, deja en cada capítulo cuestiones, ya sea directa o indirectamente, que todos deberíamos reflexionar, si es que no lo hemos hecho ya: ¿Cuándo empezó el ser humano a construir prejuicios? ¿Cómo nacen esos prejuicios? ¿Pueden «contagiarse» los prejuicios? ¿Por qué es tan fácil dejarse llevar por la turba? ¿Es siempre cierto que «cuando el río suena, agua lleva» o es solo lo que queremos creer? ¿Es más fácil considerar a alguien culpable que inocente?

La maldad humana, la desconfianza en el otro, querer siempre tener razón, imponer MI verdad como LA verdad, tirar la piedra y esconder la mano, acusar,… y todo esto ampliado, magnificado, desde que, además de dedo acusador tenemos redes sociales que convierten la ordalía en algo tan fácil como hace clic con el ratón. Porque, además, todo esto es más fácil que su contrario: comprender, escuchar, respetar, compartir, dialogar, pensar… Todo esto exige un esfuerzo, un bajarse de nuestro pedestal a medida, que muchos no están dispuestos a realizar. Todo esto exige tiempo, no tener prisas, y el ser humano tiene prisa, siempre, y ahora más que nunca viviendo en la sociedad del «ya y todo a un botón».

Nuestras modernas sociedades, tan libres, tan contra las etiquetas, superan una intolerancia para crear otra, libran batallas contra los prejuicios clásicos para hacer nacer otros nuevos más acorde con las nuevas identidades e ideologías.

«…el paso del tiempo ha cambiado la intolerancia religiosa por la intolerancia ideológica, pero que en esencia sigue siendo la misma intolerancia, la que pretende imponer un pensamiento único»

¿Os suena esto?

El tema abordado en esta obra es de una pasmosa actualidad y, al mismo tiempo, un clásico y es que, por mucho que queramos, los seres humanos somos un poco como los hámsteres y nos encanta dar vueltas en nuestra rueda, una y otra vez, una y otra vez, y así siempre. Ordalía tras ordalía. Prejuicio tras prejuicio.

Si hay que sacarle algún defecto a La hoguera de los inocentes es, a mi entender, que el autor en un par de capítulos se alarga en los análisis literarios con respecto al hilo central que se supone que va a tratar, pero acabas aprendiendo tanto de la obra que analiza que al final hasta agradeces que hay ido por ese camino.

Así que si os gusta reflexionar y os interesa el tema de la maldad humana. No lo dudéis. Os va a gustar.

 

 

 

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¡Google, vete a la mierda!, por el Comité Invisible

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En octubre de 2014, el CI publicó un escrito sobre los medios de control social ejercidos a través de internet. Presentaron a Google como un nuevo método de control, y al mismo tiempo como método de desobediencia.

En este escrito que os traigo a colación, el CI nos recuerda que muchos de los programas que hoy utilizamos como redes sociales fueron en su origen programas que servían a diferentes grupos de activistas para coordinarse.
Estos programas tejieron una red de conexiones interciudadanas que deberían servir para liberarnos, para democratizar y compartir información útil. Incluso los gobiernos deberían saber que «gobernar significa garantizar la interconexión entre personas, objetos y máquinas, así como la circulación libre de la información que se genera de esta forma». Mas el peligro está en que estas formas de comunicación sirven también como formas de control ciudadano. «Facebook no es tanto el modelo de una forma de gobierno, sino su realidad ya en operación», lo que no quita, nos avisan, de poder usarlo en contra de sí mismo. Aunque, subrayan, el peligro real es Google y su motor de búsqueda, su poder de rastreo, porque «uno nunca mapea un territorio del cual no pretende apropiarse».

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El uso avanzado de las redes sociales y los movimientos sociales coordinados nos anuncian de que estamos poco a poco asistiendo a la crisis de la economía política «como arte de gobernar», porque la económica es un arte, desde el siglo XVII, de gobernar a la población. Este arte exigía evitar la escasez para evitar disturbios, había de buscarse una armonía que partiría del crédito, la confianza. Pero ese tiempo ha llegado a su fin.

Occidente «está viviendo la crisis de la confianza en sus propios fundamentos» y la cibernética se desarrolla sobre esta «herida» y nos trae un mensaje de carácter apocalíptico, ya que su pretensión es frenar el movimiento caótico del mundo, controlando y organizando la información.

Así, poco a poco, desde los años 80 hemos ido creando un yo sin yo, un ser constituido por su exterioridad y sus vínculos. Un yo cuantificable y monitoreado que pierde interioridad porque no importa lo que tiene dentro. Ha sido creado el hombre Smart, rodeado de cosas inteligentes que producen un constante flujo de información que crea mapas de personas, de masas; lo que, a su vez, construye una base de datos única para predecir los reacciones de la ciudadanía.
Se abre una brecha entre las personas públicas y las personas ocultas. Se abre la brecha entre lo real y lo virtual, creando necesidades no reales que se transforman en reales y, al mismo tiempo, nos alejan de la verdadera realidad.

Pero todo ello nos llevará al re-descubrimiento de la verdadera realidad, a la recuperación de las verdaderas amistades,… a volver a enriquecer la existencia humana.

Así que no tiene la cibernética solo una cara negativa. Como tampoco tiene una única cara la técnica que construyo el mundo (exterior a nosotros) y nuestros mundos (los que nos circunda). Lo peligroso de todo este desarrollo (¿avance?) es el uso de la tecnología como expropiación de las técnicas que constituye lo humano.

Gobiernos como el de EEUU aprovechan a los hackers y ciberdelincuentes, para reconducirlos y aprovecharlos para ordenar, vigilar, y controlar lo que ellos saben descontrolar y desordenar.
Libertad y vigilancia pertenecen al mismo paradigma de gobierno, pues solamente los sujetos libres, considerados como una sola masa, pueden ser gobernados.

Ser libre y tener vínculos fue originariamente una misma cosa (el artículo remite a las rices indoeuropeas de las palabras friend y free -amigos y libertad, potencia que crece al ser compartida, dice el artículo-). La actual libertad individual impide formar grupos fuertes que originan verdaderas estrategias y no solo ataques aislados.

Como dice el texto, no podemos permitir que un hacker se convierta en un soplón del gobierno. Que aquello que era acto de rebelión pase a ser sumisión y colaboración. Nada nuevo bajo el sol…

Nos hacen creer que somos más libres para que no notemos las cadenas que nos mantienen en la caverna. Refuerzan las sombras para que no veamos la luz del sol. ¿Qué haremos ante tal situación? ¿Qué estamos haciendo?

Para leer el artículo completo:

Haz clic para acceder a Comit%C3%A9-Invisible_Fuck-off-Google_Esp.pdf

También es interesante, para complementar la reflexión del CI, ver La red social, El quinto poder y We steal secrets

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