«Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de ésta una cosa vergonzosa.»
Gilles Deleuze, de su obra Nietzsche y la filosofía
Categoría: ¿Quién dice qué?
Palabras que personas, filósofos o no, han dicho sobre los filósofos o la filosofía.
Albert Einstein, Sobre los «hijos de la Tierra»
«Curiosa es nuestra situación de hijos de la Tierra. Estamos por una breve visita y no sabemos con qué fin, aunque a veces creemos presentirlo. Ante la vida cotidiana no es necesario reflexionar demasiado: estamos para los demás. Ante todo para aquellos de cuya sonrisa y bienestar depende nuestra felicidad; pero también para tantos desconocidos a cuyo destino nos vincula una simpatía. Pienso mil veces al día que mi vida externa e interna se basa en el trabajo de otros hombres, vivos o muertos. Siento que debo esforzarme por dar en la misma medida en que he recibido y sigo recibiendo. Me siento inclinado a la sobriedad, oprimido muchas veces por la impresión de necesitar del trabajo de los otros. Pues no me parece que las diferencias de clase puedan justificarse: en última instancia reposan en la fuerza. Y creo que una vida exterior modesta y sin pretensiones es buena para todos en cuerpo y alma. (…) Hay una contradicción entre mi pasión por la justicia social, por la consecución de un compromiso social, y mi completa carencia de necesidad de compañía, de hombres o de comunidades humanas. Soy un auténtico solitario. Nunca pertenecí del todo al Estado, a la Patria, al círculo de amigos ni aún a la familia más cercana. Si siempre fui algo extraño a esos círculos es porque la necesidad de soledad ha ido creciendo con los años. (…) El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede asombrarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido. Esta experiencia de lo misterioso -aunque mezclada de temor- ha generado también la religión. Pero la verdadera religiosidad es saber de esa Existencia impenetrable para nosotros, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la Belleza más resplandeciente sólo asequibles en su forma más elemental para el intelecto. En ese sentido, y sólo en éste, pertenezco a los hombres profundamente religiosos. Un Dios que recompense y castigue a seres creados por él mismo que, en otras palabras, tenga una voluntad semejante a la nuestra, me resulta imposible de imaginar.
Tampoco quiero ni puedo pensar que el individuo sobreviva a su muerte corporal, que las almas débiles alimenten esos pensamientos por miedo, o por un ridículo egoísmo. A mí me basta con el misterio de la eternidad de la Vida, con el presentimiento y la conciencia de la construcción prodigiosa de lo existente, con la honesta aspiración de comprender hasta la mínima parte de razón que podamos discernir en la obra de la Naturaleza.»
Mi visión del mundo, de Albert Einstein. Tusquets Editores.
Gonzalo Sobejano, Sobre Nietzsche y la Generación del 98
«El tránsito del siglo XIX al XX, a pesar del renacimiento del idealismo, es época de ateísmo y de increencia en todo el mundo. El «Dios ha muerto» nietzscheano se encuentra en la mayoría de los hombres del 98 de una o de otra manera. (…) Pero si el ateísmo de estos escritores puede deberse a la crisis general de la época, su posición ante el cristianismo viene mediatizada indudablemente por la lectura de Nietzsche. (…) En anteponer la Vida a la Razón estaba la intrínseca anarquía de todos ellos. Unamuno es quien da a esta común aspiración el desarrollo más filosófico y las formulaciones más categóricas: mentira vital, locura quijotesca, el sueño es vida, las verdades deben decirse cuando más inoportunas, dara cada uno lo mio, fe en lo que sea, sentimiento trágico de la vida como agonía entre lo vital y lo racional. (…) Si los modernistas, para eliminar la «moralina», recurrían a una mezcla blasfema de misticismo y carnalidad, los noventayochistas apelan a la dureza aprendida de Zaratustra. (…) Cumbre de la nueva moral y de la nueva voluntad de poder es el superhombre (…) Unamuno, pese a su reacción contra Nietzsche, no se fatiga de proyectar variantes del superhombre: el cristiano perfecto, el hombre nuevo, Apolodoro Carrascal (variante paródica), Don Quijote, Cristo mismo (…) Y literariamente, a favor del influjo de Nietzsche el horizonte español experimentó, sin duda, ensanche y alteraciones de importancia. Con Unamuno y Machado la poesía se hizo meditativa y trascendente. (…) La prosa se enriqueció con formas ensayísticas y aforísticas de gran novedad y atractivo, y por un camino se fue haciendo evangélica, patética, sacerdotal, hasta configurar un lenguaje político».
Nietzsche y los escritores del 98, en Nietzsche en España, por Gonzalo Sobejano.
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